domingo, 23 de junio de 2013

El pañuelo

El tío abuelo tenía los párpados abultados y una sonrisa entre alegre y resignada; ella no sabía que trabajaba en la cárcel y que aborrecía su trabajo. La niña, sentada al sol, repasaba con puntadas desiguales, en un trozo de sábana, el contorno de un velero; sobre él un círculo amarillo del que surgían líneas rectas –una larga, otra corta, alternadas– representaba el sol. El tío se acercó, alabó la labor y le pidió que le bordara uno para él, un pañuelo, dijo. Semanas más tarde oyó a su abuela llorar la muerte inesperada del hermano. Mientras todos se afanaban buscando las ropas de luto, sintió que estorbaba, se refugió en el balcón y recordó, de repente, la promesa incumplida. Fue la primera vez. Después se ha ido acostumbrando a esa mala costumbre que tienen los difuntos queridos: marcharse dejándonos siempre una cuenta pendiente, una deuda definitivamente impagada.

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Nombre: Elisa de Armas
Alias
Sitio webPativanesca
País: España

5 comentarios:

  1. Hay que tener cuidado con los bordados, Elisa., quizá sean las Parcas.

    Un abrazo.

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  2. Que bueno, compañera, que bueno. La primera promesa incumplida debe quedar bordada en el corazón para siempre.

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  3. Completando el comentario de José Manuel, diría que hay que tener cuidado con los muertos queridos, también, por esa vocación que tienen de escapar de nuestras manos.

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  4. ¿Será como una hipoteca de las actuales? ¿Hipotecas emocionales que nunca podremos pagar?

    Me ha encantado el clima que has creado, Elisa :-)

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  5. Un relato amargo. Malas esas cuentas pendientes que no se pueden saldar.

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